Nuestro visitante puede perderse por las calles de la ciudad, declarada Conjunto Histórico, a sabiendas de que encontrará múltiples rincones y detalles que le atraerán. Pero para aquellos que quieran seguir pasos seguros, aquí van algunas indicaciones. Y digo pasos, porque sin duda la única manera de conocer realmente Tarifa es recorrerla a pie, dejando el coche en el exterior.

Como dijo el viajero inglés Richard Ford, en el siglo XIX, Tarifa es la ciudad más moruna de toda Andalucía. Ésto se debe en buena parte a que la muralla ha marcado sus límites hasta fechas recientes, ya que los primeros barrios surgidos extramuros fueron demolidos durante la invasión napoleónica para no comprometer la defensa. Salvo alguna excepción, el conjunto no ha sufrido destrozos irrecuperables, y se conservan numerosas viviendas tradicionales, siempre con una estructura de zaguán de entrada y patio, alrededor del cual se organiza el espacio.

Muchos son edificios barrocos, en los que los arcos de los patios apoyan tanto sobre columnas de piedra como sobre pilares de ladrillo octogonales, y otros muchos se construyen en el siglo XIX. Suelen estar abiertos, pero el visitante debe tener en consideración que están habitados, y es que Tarifa es una ciudad viva, no casi un decorado como sucede en otros centros históricos. Las manzanas de casas suelen ser de gran tamaño, y las recorren pasillos de distribución interna, al estilo islámico, que en alguna ocasión tienen salida a dos calles. Éstas suelen ser estrechas y a menudo con quiebros, de modo que se evita el viento.

Son varias las arterias principales que recorren la ciudad. En la parte alta, el principal acceso es la Puerta de Jerez, y desde ella, paralela a la muralla, discurre la hermosa calle Silos, llamada así por la presencia de la antigua Cilla Decimal, en la que se depositaban los diezmos pagados a la iglesia de los cultivos de la zona. Hoy día conserva sus hermosas naves con bóveda de cañón, que albergan una galería de arte y un restaurante. En su otro lateral se encuentra la calle Cilla, que se abre paso en la muralla a través del Boquete de la Cilla, cortado hasta la roca base, de donde viene también el nombre de calle Peñita.

El camino más recto para bajar a la ciudad se puede tomar por la calle Nuestra Señora de la Luz, con varios edificios notables, o bien por la casi paralela calle Jerez, más estrecha y recogida. Vamos a parar a la calle Sancho IV el Bravo, conocida por los tarifeños como La Calzada. Su forma, a veces serpenteante, se debe a que está construida sobre el antiguo cauce del arroyo que cruzaba la parte más baja del pueblo. Era salvado por varios puentes, hasta que fue desviado y cubierto a fines del siglo XIX, por ser un foco de insalubridad y por el peligro de inundaciones, aunque todavía se ha producido alguna, la última en 1970. En ella podemos encontrar la iglesia de San Mateo, y también algunos de los negocios más tradicionales del pueblo.

Todo el entorno tiene muchos detalles por descubrir, como la calle Azogues, con algunos de los edificios civiles más antiguos de Tarifa. Desde ella podemos continuar a través de la calle Coronel Moscardó -en donde encontramos la Sala Municipal de exposiciones en la Cárcel Real- hacia la Plaza del Mesón, con su fuente que fue la primera construida en Tarifa, en 1831, y que se abre a las calles Guzmán el Bueno y Aljaranda, cuyas casas se adosan al castillo y las murallas, y de allí hacia el Miramar, con fantásticas vistas del Estrecho. Un poco más adelante se halla la Plaza de Santa María o “de las ranitas”, por la fuente.En ella encontramos el Ayuntamiento, el Pósito, del siglo XVIII, y el antiguo grupo escolar Miguel de Cervantes, hoy Biblioteca, uno de los tres edificios construidos en estilo neomudéjar en torno al 1924, bajo la Dictadura de Primo de Rivera.

Entre los comercios de Tarifa, destacan las numerosas tiendas de artículos relacionados con los deportes de viento, pero también de un estilo de vestir desenfadado, más que una moda, que caracteriza a Tarifa. Muchas de ellas se encuentran en la rectilíneas calles Batalla del Salado y su entorno, en el llamado por los tarifeños “barrio afuera”, saliendo desde la Puerta de Jerez. Pero no podemos olvidar otros comercios que venden productos locales, como las conservas de pescado, hasta hace no muchos años base de la economía tarifeña, las afamadas pastelerías del pueblo o algo tan cotidiano como el pan, que aquí es delicioso. En el hermoso mercado central, junto a la Alameda, se pueden comprar productos frescos en un ambiente que recuerda a un bazar, y dispersas por el pueblo se conservan aún tradicionales tiendas de ultramarinos.

También son numerosos los restaurantes y bares de tapeo, con una variada oferta entre la que el protagonista es de nuevo el pescado, como el atún y el voraz, pero sin olvidar la sabrosa carne del retinto, ganado vacuno local criado en libertad en las amplias campiñas tarifeñas, los caracoles o platos vegetarianos como las tagarninas o las ortigas. Por la noche se pueden tomar una copa en los numerosos bares, que a veces ocupan algún monumento, caso de la Puerta de la Almedina, así como pernoctar en alojamientos en algunos casos con mucho encanto.

Texto y Fotos: Mancomunidad de municipios Campo de Gibraltar

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